ecología , MAD , noticias , Salud , sociedad Miércoles, 7 junio 2017

Algunos datos nerd sobre la leche que los humanos no necesitamos

Aunque suene raro, la leche es una de mis múltiples pequeñas obsesiones. Debe ser porque la aborrezco, gracias al regurgitable recuerdo de ese liquid paper marca ENCI que fuimos obligados a desayunar todos los que vimos nuestra infancia arruinada por el Aprocalipsis.

Fueron poquísimas las ocasiones en las que, mientras fui adulto en Perú, tomé leche por mi propia voluntad. Y, ahora que finalmente estamos reaccionando, me doy cuenta de que es probable que –al igual que la mayoría de peruanos– jamás haya tomado verdadera leche de vaca en suelo patrio. Así que seguramente mi aversión no sea a la leche, sino a ese líquido blanco que venden los Rodríguez Banda.

Sea como sea, una de las cosas fascinantes de la leche es que realmente no la necesitamos.

La leche está muy bien de chibolo, pero cuando creces tu cuerpo ya no la necesita y, de hecho, la rechaza. Por eso es que la mayoría de adultos en el mundo son intolerantes a la lactosa (95% de asiáticos, por ejemplo).

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¿Entonces, qué pasó? Para variar, un poco de eurocentrismo. Ordeñar leche de otros animales fue, efectivamente, una costumbre de los pueblos del Mediterráneo, que se fue haciendo especialmente popular mientras más al norte te ibas. La producción era rentable, además, porque existía una serie de productos derivados (quesos, mantequillas, yogures, etc.), todos muy ricos.

De hecho, los que pueden consumir leche sin reventarse a pedos –o sea, los tolerantes a la lactosa– son mutantes. X-Men cuyo poder consiste en la producción adulta de lactase, la encima que desdobla la lactosa en azúcares simples capaces de ser asimilados por nuestro cuerpo. En serio, es una mutación real de algunos Homo Sapiens. Y ocurrió en el Mediterráneo hace unos 7 mil años, principalmente en lo que ahora es la población europea y sus descendientes.

Más vale vomitada que pedos (?) Imagen: BFace Magazine

Más vale vomitada que pedos (?) Imagen: BFace Magazine

El resto del mundo empezó a convencerse de sus mágicas propiedades nutritivas a inicios de la Primera Guerra Mundial (la de Wonder Woman). La industria producía más de lo que la gente, en pleno conflicto, quería consumir. Entonces la USDA Dairy División empezó a decirnos que la leche era lo que necesitábamos para nutrirnos si queríamos sobrevivir las estrecheces de la guerra.

Y allí empezó el mito de la leche (que, por ejemplo, es una fuente francamente misia de calcio: puedes encontrarlo más concentrado en el brócoli, por ejemplo).

Yo no soy experto ni médico ni biólogo pero soy un poco obsesivito, a veces, y, si no me creen, pueden googlear todo lo que les digo (si me da el alma, dejaré algunos links en los comentarios).

Ojo que esto no quiere decir que no sea una gran cagada que Gloria engañe a todo el mundo vendiendo algo que no es. Pero, vamos, ¿han visto qué mierda es el Sublime? ¿La doña Pepa? Estoy seguro de que el 90% de peruanos jamás ha comido chocolate de verdad nunca en su vida. Y así podríamos seguir con «jugos», «yogures», «papitas» y demás…

A lo que voy es que nuestros hábitos de consumo, que nos parecen «normales», «naturales» y, muchas veces «saludables», son cualquier huevada. Todo es producto, al final, de carambolas culturales, lobbies y marketing.

Ahora que Gloria ha sido desenmascarada probablemente mucha gente –bueno, los que puedan costearla, porque en una sociedad industrializada la comida natural nunca será barata– volverá a tomar leche de vaca de verdad pero… ¿para qué?

Miren, jamás me verán rechazar un lomo saltado y, primero muerto antes de comer algo que no incluya por lo menos un pedazo del cadáver de un animal, pero, al menos, deberíamos saber qué es lo que estamos haciendo. Les dejo un extracto de «Sapiens», el imprescindible libro de Yuval Harari sobre la historia de nuestra especie y el origen de nuestras costumbres:

«La industria lechera tiene sus propios métodos para obligar a los animales a hacer su voluntad. Vacas, cabras y ovejas solo producen leche después de parir terneros, cabritos y corderos, y solo mientras las crías maman. Para continuar obteniendo leche animal, un granjero necesita tener terneros, cabritos o corderos para que mamen, pero ha de impedirles que monopolicen la leche.

Un método común a lo largo de la historia consistía en sacrificar a terneros y cabritos poco después de nacer, ordeñar a la madre continuamente y después hacer que quedara de nuevo preñada, y todavía hoy continúa siendo una técnica muy generalizada.

En muchas granjas lecheras modernas, una vaca lechera vive por lo general unos cinco años antes de enviarla al matadero. Durante estos cinco años está preñada casi constantemente, y es fecundada a los 60-120 días después de parir, con el fin de preservar la máxima producción de leche. Sus terneros son separados de ella poco después de nacer. Las hembras son criadas para que se conviertan en la siguiente generación de vacas lecheras, mientras que los machos son destinados a la industria de la carne».

Yo siempre digo que soy vegetariano no practicante. Entiéndase con esto que trato de saber todo lo que implica empujarme un sanguchón pero jamás voy a dejar de empujarme este sanguchón. Sé que mi lado carnívoro necesita saciarse de alguna manera y que no hay otra más que inclinarse ante la industria alimenticia. Pero también intento que se sepa lo que hay detrás. Por eso les dejo aquí todos estos datitos sueltos sobre algo que es casi casi el símbolo de la inocencia: la leche.

Démonos cuenta de que nunca, nada, es «normal». Siempre hay una historia detrás. Y, casi siempre, una historia jodida. Probablemente no podamos hacer nada al respecto pero quizás, algún día, de alguna forma, descubriremos cómo demonios ejercer nuestro derecho a comer rico sin mandarnos completitos a la mierda.

Escrito originalmente en el Facebook del autor.